miércoles, 23 de julio de 2014

Revive el sueño. Revive un barrio

Por Noelia Da Fonseca


Las esperanzas eran pocas tras aquella derrota con “los cuadros grandes” tal como los llamaban aquellos chiquilines, tristes, desilusionados, amarrados a ese triunfo que pudo ser y no fue. La secuencia de derrotas era grande y el sábado 21 de junio habría sido un día gris y apagado pese a su resplandeciente sol para los vecinos de Malvín. La derrota del cuadro del barrio frente a Goes, había dejado sin expectativas a grandes y chicos que ansiaban el triunfo. ¿Imposible era ganar el campeonato? ¿Rendidos ante las derrota? Para todos, aquellas interrogantes eran ya afirmaciones tras el fracaso del fin de semana. Pero no todo estaba perdido, aún quedaba un partido por jugar, una chance, que daba fe, certidumbre y ganas a 11 personas dentro de un cuadro humilde, formado de amigos, que no conocía el egoísmo, la envidia, la soberbia.

Y así fue el pasado domingo 6 de Julio donde se disputó el partido entre Malvín y Prado, donde miles de emociones atacaron los corazones de cada uno de los que se encontraban allí. Los nervios eran grandes, miles de paquetes de serpentinas y papel picado se habían depositado sobre las barandas, cánticos, palabras de aliento, lágrimas de emoción. El árbitro pitó y comenzó el primer tiempo, de quien se esperaba todo era del cuadro del Prado quienes solían marcar un gol en los primeros tres minutos… ¿Quién sabe si los jugadores del Prado, sintiendo todo eso, no sintieron miedo de perder? ¿Y si perdiesen? La única salida era la victoria para ambos cuadros.

La alegría para el Prado llegó tras el gol de Guillermo, una multitud de niños y adultos angustiados ante el 0 a 0 tuvieron su respiro, ahora, esperaban la goleada, como estaban acostumbrados. Y la goleada vino, si, pero de mano de Camilo, delantero de Malvín tras el pase exacto de el “pequeño Adrián” como tenían apodado al ahora gigante mediocampista. Se hizo un silencio en la tribuna del Prado quienes eran todavía campeones. Pero nadie quería el empate, nadie pensaba en conformarse. Corría el segundo tiempo y Malvín, tan atrás que se lo veía, tan juzgado que fue, el cual tantos lamentos había desprendido días pasados a sus fanáticos dio el giro. Minuto 42 y el capitán, señalándose la camiseta anotó el segundo gol para Malvín, el grito de gol no cabía en la garganta de nadie ya, el nombre del muchacho se adueñó de las voces del lugar. La tribuna del Prado estaba congelada, hecha piedra, nada se escuchaba pero los que podían llorar, sollozaban, los que podían andar, huían del estadio. Lo cierto es que aquel 6 de Julio despertó algo dormido en los vecinos de Malvín, un nuevo sueño, una nueva sonrisa, un motivo más para enorgullecerse, salir a la calle, gritar, abrazarse, sentir a Malvín más ufano, más inmenso.

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