por Martín Aguinaga
Estábamos en la calle 18 de julio, con unos amigos, tras la consagración del torneo uruguayo por parte del Club Atlético Peñarol, donde era un fiesta, ya que el aurinegro se consagraba campeón por cuadragésima novena vez. Fueron miles de personas, de todas las edades, pero no todas con la misma intención.
Durante el festejo algunos “hinchas” carboneros, y otros no muy hinchas, aprovecharon que había mucha gente para cometer actos delictivos, así quizás pasaban desapercibidos. Robaron un “Carlos Gutiérrez”, tiendas deportivas, heladerías, hasta quemaron un kiosko .
Al otro día de los festejos y de esos hechos vandálicos, las personas fueron a trabajar como cualquier día normal, y se encontraron con esa situación. Mi tía trabaja en el centro de Montevideo, y su mejor amiga es la dueña del kiosko que estos delincuentes quemaron, su amiga ese día no abría el comercio, ya que era lunes y nunca abrían los lunes. Cuando mi tía se dirigía al trabajo, se encontró con que el kiosko de su amiga estaba completamente quemado y decidió llamarla.
Cuando llegó la amiga de mi tía, justo llegaron los policías y los medios de comunicación, que se habían enterado de los saqueos y de la quemadura del local, y fueron a cubrir lo acontecido. Usaron las cámaras de seguridad de los locales para denunciar a los que cometieron esos delitos.
Las personas responsables de estos episodios de vandalismo están libres. Los dueños de los locales dañados y la amiga de mi tía están indignados, ya que la justicia no hace lo necesario para detener a los delincuentes.
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